jueves, 22 de septiembre de 2011

Martín Bossi y el velorio del profesor en el que no había caras conocidas

21.09.2011 
Nunca me sentí tan ridículo como en mi época de adolescencia. Resultó que había muerto un docente del secundario al que estimaba mucho. Se me colmó el alma de pena y no pude hacer otra cosa que concurrir a despedirlo. Aunque había acordado encontrarme con mis amigos, decidí ir solo, a pesar de que era la primera vez que asistía a un velorio sin la presencia de mi familia.

El asunto me daba un poco de escalofrío, pero tomé coraje. Llegué a la casa velatoria. Respiré hondo y entré. Estuve más de una hora en el lugar, llorando, con la cabeza a gachas, mirando siempre las baldosas del suelo y cumpliendo con la ordenanza de mamá: "Cuando estés con la familia, deciles que los acompañás en el sentimiento y ninguna otra estupidez. Solamente dales el pésame por respeto". Y eso hice: di el pésame a todos los que me cruzaba en la sala.

La nota completa, en la edición impresa de Newsweek 
Por Brenda Salva
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