Por Nadia Brenda Salva
En general, por no decir en su totalidad, el ciudadano porteño se queja constantemente de la manera en la que viaja por la ciudad de Buenos Aires. Las líneas de colectivo muchas veces no tienen suficiente cantidad de unidades, por lo cual, la espera se torna eterna. Y aparece a lo lejos ese colectivo repleto de gente amontonada, que ni moverse puede. Por eso, la frase “viajamos como ganado” es tan característica del porteño intolerante. Esto no es todo. El viaje en subte, sea la línea que sea, también presenta sus percances. En ciertos momentos del día, llamados “horas pico”, los subtes colapsan y sus pasajeros también. Se puede observar la mirada agobiante de muchos, los sonidos guturales de otros, y en última instancia, los pequeños y notorios empujones para abrirse camino.
Viajar en la ciudad porteña no es tarea fácil. Optar por el auto (sea propio, taxi o remise), no garantiza un viaje rápido y en paz. La soledad o el espacio que tiene el que viaja en auto no garantiza alejarse del caos del tumulto humano. Muchas veces, es peor elegir el auto para viajar, porque es propenso a meterse en un embotellamiento sin salida alguna, o bien porque no se encuentra espacio para estacionar, o porque la suerte no acompañó y el auto decidió dejar de andar.
Parece una premisa fundamental soportar un viaje en la ciudad. Parece que estamos condenados al conformismo de que el tránsito y los vehículos son un verdadero karma, imposible de desarraigar. Y peor aún, no hay alternativas.
¿Se puede viajar relajado en la Ciudad? ¿Uno se puede abstraer por unos minutos de la realidad y “viajar” con los sentidos a otro lugar? ¿Es posible convertir lo caótico en placentero? Una sola respuesta se desprende de todos estos interrogantes. Sí. Sí se puede.
No hay persona que conozca que le desagrade la música en su totalidad. Siempre hay una banda de cabecera, o un solista, o simplemente una canción. A todos nos mueve el piso las melodías bien encadenadas de una composición musical. Y tendemos a escucharlas, a tararearlas, a cantarlas. Y a volver a escucharlas. Muchas veces indefinidamente. Entonces, ¿por qué no subir al colectivo (repleto de gente o no) con los auriculares puestos? Con una selección de temas musicales capaces de llevarnos a otro sitio, o simplemente de transportarnos a otro momento. El viaje en colectivo puede ser fácilmente un momento de distensión, de observar la ciudad, sus calles y su gente, con un fondo sonoro de nuestro agrado; puede hacer de lo que antes era un desafío, algo relajante. Casi con un pequeño aire de libertad porque, si bien vamos a un destino determinado, en nuestros oídos y en nuestra mente se vislumbra otro espacio. Otro aire, y otro momento.
Sería algo parecido a retraernos de la situación, alienarnos un poco a nuestro beneficio con una espléndida melodía. Por mi parte, ha funcionado.
He llegado a relajarme de pie con la espalda apoyada en un caño del colectivo. Me he relajado, aún sabiendo que a causa del tránsito pesado, llegaba tarde a destino. No hay más que hacer, sino adaptarse a las circunstancias y momentos. Qué mejor que con nuestra propia selección de temas musicales acompañándonos.
Las imágenes que uno puede recoger en la retina mientras viaja en colectivo son variadas y en cantidad. A veces, jugar a complementar las imágenes con la música puede ser un momento de distensión. Una balada siempre va a encontrar a dos jóvenes besándose apasionadamente, y muchas veces nos retrotrae a nuestras propias vivencias. Un rock pesado se complementa a la perfección con la imagen de una construcción, con todas esas toscas herramientas, golpes insoportables y el trabajo bajo el sol de cada obrero. ¿Por qué no un bebé durmiendo bajo la guarda de su madre mientras resuena el tan dulce sonido de la composición clásica? La música no ocupa espacio, no pesa, no interrumpe el paso y, por último, es exclusivamente nuestra.
Viajar en subte a esas “horas pico”, cuando los cansados empleados ejercen presión en el afán de subirse al primer vagón, es un tormento. A tal punto que hasta provoca un gran malestar colectivo. El roce constante con un total desconocido puede resultar muy tedioso, sobre todo cuando no hay más remedio y se vuelve totalmente inevitable.
Insisto. La música apacigua a las fieras, y a veces, también nos transformamos en fieras desesperadas por llegar a casa, después de un viernes agitado de papeleríos y gentío.
El viaje es bajo tierra, y fijar la mirada en el túnel donde transitamos, también puede funcionar como distensión, o relajación. Es un viaje subterráneo que por momentos se torna totalmente oscuro, y de a ratos ve la luz. El cablerío del subte suele chocar con el techo del puente (la calle en su parte inferior) y se desprenden chispas que asemejan destellos en la oscuridad. Verlo, tan sencillamente, con detalle, relaja. Nos dispersa en pensamientos, que seguramente no tienen nada que ver con el objetivo del viaje. Y esa es la idea.
Llevar un buen libro, si está la posibilidad de ocupar un asiento, sea en el vagón que sea, es también un muy buen aliado para el despeje. El subte no anda “a los saltos” o frenando de golpe como usualmente lo hace el colectivo. Por ello se tiende a leer de manera más cómoda, y a disfrutar la lectura. ¿Por eso debe ser que reparten diarios en las estaciones de subte y no en las paradas del colectivo, que también concentran gran caudal de pasajeros? Sea como sea, puede observarse tranquilamente como se estiran las manos de los viajantes al rescate de algún ejemplar, cuando estos no tienen su libro en mano, u otro papel escrito para evocar concentración.
El placer de la lectura, camino a un rumbo conocido, hace que por un momento integremos una historia que no nos corresponde, pero pasemos a ser parte.
¿Han sentido la diferencia que se experimenta al caminar en “silencio”, a diferencia de caminar con música en los oídos? Correr al ritmo de Chill Out*, correr al ritmo de Trip Hop**, marca la diferencia. Hasta puede transportarnos a la orilla de una playa, mientras nuestros pies golpean con velocidad el duro asfalto de la ciudad, lejos de la arena y la cómplice brisa marítima. La melodía nos hace libres de ubicarnos en el punto deseado.
Cuando la alternativa es el auto, hay opciones de relajación que pueden servir mucho, por más que estemos anclados en medio de microcentro. Es importante no dejarse llevar por la ansiedad de que el reloj determina nuestra vida, sino saber ajustarse a las situaciones puede resultar beneficioso en primera instancia.
Apoyar la cabeza cómodamente en el asiento, como si fuese el sillón de nuestro living es otra clave para la relajación y el disfrute de un viaje en auto a donde sea. Mucha gente se distiende conversando con el chofer, siempre y cuando éste esté dispuesto a ello. En general, el chofer del taxi conversa, y uno termina teniendo una mini terapia o haciendo catarsis con un total desconocido. A veces suele pasar, que el día cambia rotundamente luego de hablar con una persona ajena a nuestro círculo social.
Quizás, ellos también sientan esa sensación del desahogo de sus inquietudes o críticas hacia cualquier tema, y nosotros pasamos a ser, sin querer, ese psicólogo, o ese oído prestado anónimamente.
El viaje en la Ciudad es una vía de escape, un cable a tierra para algunos, un momento con uno mismo, un poco de relajación, algo de soledad, un encuentro con imágenes reales del pasado o algún invento para futuro. Esta sensación de libertad, ¿será lo más parecido a la felicidad? Me arriesgo a confirmarlo, aunque sea por breves minutos.
Este viaje, sea en colectivo, sea en subte o en auto, puede llegar a ser el momento más relajante del día, si sabemos como sacarle provecho, tanto con nuestra música, como con una lectura o simplemente observando nuestro alrededor, mirando desde otra óptica, desde el movimiento y el recuerdo de imágenes fugaces, que quizás atraviesen nuestra mente en más de una oportunidad.
* Se refiere a un género musical contemporáneo que engloba a gran cantidad de vertientes dispares de géneros musicales con un rasgo en común: su composición armoniosa y relajada.
** Es un término creado por la revista inglesa Mixmag, para describir el trabajo de DJ Shadow, que daba al oyente la impresión de estar en un viaje