sábado, 21 de noviembre de 2009

Noviembre en Buenos Aires, impresentable.


Hemos vivido los primeros días de calor en la city con varios dolores de cabeza. Muchos de los cuales han sido provocados por causas inherentes a nuestra acción y cotidianeidad. Cortes, denuncias, marchas, protestas, bloqueos y paros incesantes caracterizaron este movido mes de noviembre en “la ciudad de la furia”. En la presente nota, se condensan estos hechos que afecta a todo ciudadano.

Esa ya vieja promesa que nació de la campaña de Mauricio Macri presentándose como el próximo jefe de gobierno, decía que íbamos a tener 10 kilómetros de subte por año. Si pasan por la zona de flores verán que las estaciones últimas de la línea A (para citar, solo un ejemplo), se encuentran varadas sin continuidad en su construcción. El subte. Transporte importante por si los hay. He aquí, que aun se sigue aguardando a la atenta espera, que esta promesa se convierta en realidad. Pero no solo están en deuda, sino que los últimos días de octubre, y principios de noviembre, se desató un problema más profundo que una cuenta pendiente. Y es el caso de la interna gremial que confronta al gobierno con el pedido de personería gremial que exigen los trabajadores de subtes y premetros.
Esto que solo parece ser un conflicto menor, (ya que desde el Ministerio del trabajo, dilataron el dialogo con gremialistas) se convirtió en un par de días caóticos para todo aquel que viaja día a día en subte. No tuvieron mejor idea que protestar por su derecho reclamado de formar un propio sindicato, que suspender el servicio de todas las líneas de la Ciudad Porteña y con esto inundar la superficie de transeúntes perdidos en su propia Capital. ¿Qué sucede si el millón y medio de pasajeros que viajan en subterráneo, pasan a viajar en colectivo y/o auto? Solo hay una respuesta, y es caos. 48 horas de paro, y reclamos de estos trabajadores, con todo su derecho, han hecho de Buenos Aires un sitio intransitable. La cantidad de autos colapsaron las principales avenidas, y muchos vecinos aseguraron que la llegada a casa era más rápida si se caminaba.
El tránsito a paso de hombre, nunca llegó a movilizarse con normalidad en todos estos días que el subte “dejó de existir”. Las amenazas con un nuevo paro, quedaron libres al azar hasta que de alguna manera se resuelva esta petición, y los ciudadanos dejen de ser solo victimas cautivas de un conflicto que les escapa.

Por otro lado, la tensión que se vivió en los últimos días también fue propiciada por los cortes de las principales avenidas de la Ciudad. Las protestas son perfectamente legales y están en su legítimo derecho a hacerlo. Sea la agrupación que sea, con el motivo que sea. ¿Pero quién garantiza el orden y previene accidentes y choques urbanos, cuando estas manifestaciones se pasan de la raya? Nadie. ¿Acaso alguien pensó que un camión hidratante con un chorro de liquido azul para identificar revoltosos, iba a cambiar los ánimos? No. Pero por lo visto, son las únicas armas que el gobierno saca a relucir, cuando veinte personar reclaman por la incorporación de trabajadores en la planta de Terrabusi.
Reitero que tienen derecho, pero considero que las imágenes que pude observar con toda indignación, son avergonzantes. El famoso bus amarillo que hace tours guiados por la City, llevaba pasajeros extranjeros, que fotografiaban casi de manera irónica, la protesta de trabajadores de Kraft que cortó Avenida de Julio en plena hora pico, y dejó el transito estancado como una playa de estacionamiento sin vigilancia.

Todos los noticieros hicieron un festín de imágenes cuando acontecían los hechos. Pero las caras, las miradas agotadas y el sudor de cada ciudadano no es una imagen nueva. Es cosa de siempre, de la costumbre que uno ya lleva al ver cada dos por tres un revuelo en Buenos Aires. Una ambulancia pedía a sirenazos un poco de paso entre tantos ofuscados. Un bebé lloraba en brazos de su madre, mientras el padre y conductor del rodado, maniobraba para salir del embotellamiento. ¿Cuánto tiempo más llevará este suplicio?

Continuando con este breve recorrido del caos de noviembre, no se puede dejar atrás el recuerdo de las importantes inundaciones que provocó una tormenta con una abundante caída de agua que llegó hasta los 60 milímetros cuando Buenos Aires está preparada para soportar solo hasta 30 milímetros en una hora.
Uno de los barrios más damnificados por este desastre fue La Paternal. Tan grave resultó este problema natural, que una escuela situada en Magariños Cervantes resultó anegada y los estudiantes tuvieron que salir presurosos de las aulas.
Muchos aluden a que el diluvio que dejó consecuencias llamativas, es por la falta de inversión en obras públicas, que debería invertir Mauricio Macri.
Inundaciones en La Paternal, Palermo, Almagro, Villa Crespo, Belgrano, Villa del Parque, Villa Devoto,Villa Mitre, Liniers, Villa Lugano y Villa Urquiza, entre otros barrios de la Ciudad, dejaron en el recuerdo imágenes verdaderamente sorprendentes. De autos estancados en medio de las calle, de puentes cubiertos de agua, y de vecinos con el agua por la cintura literalmente, eso último se vió en el cruce de las Avenidas Santa Fe y Juan B. Justo.
Vale acotar, esta tormenta de Noviembre generó también un caos de tránsito imposible de evitar.

Queriendo encontrar una respuesta esperanzadora, uno puede mirar quien dirige el país, y la fe se pierde sin imaginar posibles salidas. Este mes fue una locura, una locura avergonzante donde se investiga por presunto enriquecimiento ilícito a nuestros propios gobernantes, donde nuestra presidenta se pide los diarios en un avión que paga miles de pesos por su “servicio de canillita” al Calafate, un gobierno que se espía así mismo, y hacen vista gorda cuando se comienzan a sacar trapitos al sol, un camionero que administra los fondos millonarios para las obras sociales, y que además tiene un hijo que bloquea la salida de los principales diarios del país, el Director Técnico de la Selección suspendido por agresión a la prensa, una reforma política que dista mucho de ser democrática, y parece ser que todo vale si el resultado es conservar el poder. ¿Quiénes pagan estas desgracias fruto de la ambición?
Adivine…

Por Nadia Brenda Salva
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