jueves, 9 de septiembre de 2010

Cheque fácil con cobro difícil.


Un juego con trampa

El sentido común dictamina que si uno participa de un concurso o sorteo -y gana- le corresponde un premio. Sería la lógica a seguir cuando las expectativas al juego llegan a su punto de éxtasis final. Cuando no sucede esto, y al ganar, uno se encuentra con la frustración de que le corresponde un premio y nada ni nadie se lo otorga, el resultado puede llegar a convertirse en un momento bochornoso.

Por Jessica Bond


El famoso diario Clarín fue el encargado de lograr que la alegría de varios participantes de un juego que prometía ganadores y premios, se convirtiera en una ocasión penosa para muchos. Como bien se sabe, un ganador merece un premio y para Clarín, sus ganadores son sólo un número, igual que en todas las situaciones (el ciudadano no es tratado como tal, sino como un número entre todos) de la cotidianeidad.

El juego de azar que proponía dicho diario consistía en juntar falsos cheques con un monto determinado, y si en las siguientes ediciones del diario salía publicado el mismo monto que el impreso en el cheque, el portador del cheque ganaba ese dinero al instante. Y tenía el derecho de cobrarlo. Dependiendo la cantidad de dinero, los lugares a cobrar cambiaban. Y ésta es la pequeña historia de una participante que ganó, sufrió, se enojó, peleó, luchó, lloró, caminó y hasta gastó dinero de su bolsillo para llegar a cobrar lo que le pertenecía.

Porque no era tan sencillo como Clarín lo había publicado, y como la gran mayoría de los representantes telefónicos lo venían diciendo en repetidas comunicaciones telefónicas con quién escribe este descargo.

El cheque era de un monto de $910 que debían ser cobrados en cualquier sucursal de OCA. Y digo cualquier sucursal porque explícitamente Clarín había publicado que hasta $1000 ganados el cheque ganador se cobraba en la sucursal de correos más cercana. Y no fue así. Recorrí cuatro sucursales de OCA en el transcurso de mí largo día, en tres de ellas me decían que el cheque no tenía premio mientras tenía en línea un representante de “Cheque Fácil” que me decía que sí se podía cobrar pero que no tenían una solución para mí. Era más simple darme media vuelta en el local de correos y dirigirme cansada y fastidiada a mi casa, sin mi recompensa, a pesar de ser merecida y tener el derecho de cobrarla.

Pero no fue así, seguí insistiendo porque todavía creo que es positivo luchar por lo que a uno le corresponde. Llamé nuevamente al call center de “cheque fácil”, era la cuarta vez que me comunicaba con un representante que no sabía darme respuestas ni soluciones. Pero en esta ocasión un muchacho altanero me ordenó dejar de gastar crédito en el celular, dirigirme a otra sucursal de correos y además tomarme una queja. Le pregunté para qué la queja, si él no me estaba dando ninguna solución a mi problema. Ni siquiera pudo decirme que el trámite tenía un tiempo para que se acreditase el monto, o que debía ir a una sucursal especifica para cobrarlo (que no es lo mismo que decir que me recorra media ciudad de Buenos Aires para ver si en alguna tengo suerte), luego terminó cortándome la comunicación. Como es debido volví a marcar ese teléfono, mientras que personal de OCA me decía que estas situaciones son comunes desde los concursos o sorteos que organiza Clarín, que hasta un par de ganadores tuvieron que ir a hacer su descargo a Clarín y que algunos hasta se daban media vuelta y dejaban de insistir. Al volver a llamar, lo único que recibí fue un sonido agudo que casi me dejó sorda. Volví a discar y nadie levantó la llamada. Un cliente que iba a mandar un sobre me sugirió que llamara con el teléfono desconocido así no registraban mi llamada. Y eso fue lo que hice, pero la ira comenzó a subir como un volcán a punto de erupcionar cuando un representante contestó mi llamada. No tuve suerte. Y es paradójico, porque tuve suerte de ganarme casi $1000, pero no tuve suerte para cobrarlo fácilmente.

Había pasado cuatro horas de mi lucha para cobrar mi premio, me dirigí casi resignada a otra sucursal del correo y allí, después de tanto tormento, cobré lo que me correspondía. Y la conclusión es: ¿Por qué merecemos este trato? Sólo participamos con la esperanza de ganar algo y nos encontramos con situaciones vergonzosas, penosas, tristes. E increíbles, porque no puede ser que seamos únicamente un número y que a nadie le importe lo que reclamamos, que justamente son derechos que nos corresponden y se niegan hasta el cansancio. ¿Esto era un juego o un calvario?

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