viernes, 8 de abril de 2011

SECRETO DE UNA LOCURA

Se fue el sol y de golpe la garúa reventó en la ventana,
Tus ojos titilaban frente al resplandor de la televisión,
Y yo, miserable mujer solitaria, esperaba una nueva mañana.

Los desayunos, casi malolientes por los huevos machacados, eran amargos y furiosos,
Toda la energía del día destilaba su peor destino y su poco aroma a felicidad.

Los viajes siempre al trabajo eran deleznables, se convertían en un largo letargo de seis estaciones en tu compañía. Y ni hablar de los bondis*, mojados de mediocridad en la que vos respirabas atento al ritmo de las bujías. Oxidadas…

Prendía la computadora, los pixeles se burlaban de mí peinado, casi irreal, maltratado por el clima hostil de la dependencia emocional y pseudo-económica.
Las risas se sentían en los pelos de los brazos, cuando mis dientes rechinables me chusmeaban acerca de la porquería humana que compartía mi espacio laboral.

Toda la escoria chorreaba en el subte de regreso a casa, los latidos del corazón no me dejaban en paz, y yo lloraba muy por dentro esperando un desenlace que no tardaría en llegar…

El amor no basta, siempre decías. Y tu dinero, ¿qué? ¿Acaso bastaba para desprenderme sonrisas cómplices en presencia de tu desamor?
Entonces decidí lo mejor. Terminar con la miseria de esta vida. En la que tantos años perdí y a vos te regalé.

Un regalo materno, para tantos asados, se convirtió en el guiño implícito de nuestro secreto. Este mismo y filoso miembro de cocina que esconde junto a mí, tu cuerpo yaciente en el jardín que ahora varios repollos me convida a diario…


*Lunfardo porteño. Correspondiente a bus, colectivo, micro. Transporte público.

NBS
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